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7 noviembre, 2020 - Lectura 3 minutos.
7 noviembre, 2020 - Lectura 3 minutos.
Autolab / Averías
Una de las averías más graves que puede tener un vehículo turbodiésel es la retroalimentación.
Que se presenta cuando se rompe el turbo y el motor sigue trabajando con su aceite hasta consumirlo.
Cuando el turbo se daña, comienza a llegar demasiado aceite a la admisión, de manera que el propulsor comienza a usarlo como combustible en lugar de utilizar el diésel.
Entonces el motor alcanza su régimen máximo de funcionamiento y no para hasta consumir todo el aceite.
Al terminarse todo el aceite, el motor se queda seco y la consecuencia es que acaba destrozado, una avería muy costosa.
Aunque la retroalimentación no es un daño común, es importante que sepamos reconocerlo para intentar salvar el motor en caso de que nos ocurra.
Teniendo en cuenta que primero se dañará el turbocompresor, aunque también es posible que suceda cuando hay demasiado aceite en el cárter.
El aceite comparte algunas propiedades con el diésel, por eso si llega una buena cantidad a través de la admisión, el motor comienza a quemarlo en lugar del combustible.
Veremos que el motor empieza a funcionar con un régimen máximo de revoluciones.
El ruido que genera es mucho mayor y sale una impresionante cantidad de humo blanco por el escape.
Una avería muy aparatosa que puede acabar con los nervios del conductor.
Aunque la reacción inmediata al oír el estruendo y ver el humo será apagar el carro, no nos servirá de nada.
Porque el motor seguirá revolucionado mientras tenga aceite y aire para quemar y solamente parará cuándo acabe con el lubricante, y de paso con el motor.
Lo que tendremos que hacer será actuar como conductores novatos, es decir que se nos pare el motor mientras vamos conduciendo.
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Pero no se trata de una parada suave, tendrá que ser una maniobra del tamaño de la avería, es decir inmensa, a lo grande, brutal.
No se trata de meter primera y soltar el embrague con suavidad, tendrá que ser más contundente.
Porque solamente tendremos una oportunidad, ya que en un par de minutos podríamos perder el motor.
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Tendremos que meter quinta, poner el freno de mano, pisar el pedal del freno hasta el fondo y soltar el embrague de golpe y no suavemente porque podríamos quemarlo y no lograríamos salvar el motor.
La cosa se complica si el carro es automático, porque no podemos hacer esa maniobra y tendremos que cortar la entrada de aire al motor tapando la admisión con un trapo.
Si no sabes cuál es, busca la caja del filtro de aire y mira el tubo que sale hasta el motor, habrá que cortarlo o romper alguna abrazadera y taponarlo.
También podemos intentar usar un extintor de CO2 para rociar la admisión, así quitamos el oxígeno que ayuda a realizar la combustión.
Probablemente causemos algún daño al intentar parar la retroalimentación, pero cualquier avería será mucho más económica que cambiar el motor.
Por supuesto, no podremos volver a encender el carro, habrá que llamar a una grúa.
La mejor manera de evitar sufrir un problema de retroalimentación es realizar el mantenimiento y cuidados necesarios al turbocompresor y estar atentos a los signos que nos indiquen si está a punto de fallar.
Por: Adriana Gutiérrez
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