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17 noviembre, 2020 - Lectura 3 minutos.
17 noviembre, 2020 - Lectura 3 minutos.
Autolab / Consejos
Solo hace falta mirar al cielo: en cuanto empiezan las lluvias, la carretera se convierte en un escenario de problemas.
Conducir con lluvia resulta muy incómodo, tanto por ti como por los demás.
Sobre todo con las tormentas, intensas y muchas veces inesperadas. Además, después de un periodo estival extremadamente seco, las lluvias que se prevén pueden sorprender a muchos.
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Porque, aunque todos tenemos claros los conceptos básicos que hay que cumplir con el suelo mojado, a la hora de la verdad la mayoría de los conductores se sienten inseguros cuando les toca conducir con lluvia.
Precisamente por eso no viene mal hacer un repaso a lo que hay que tener en cuenta en estos casos.
¿Chirrían?, ¿ensucian en lugar de limpiar?, ¿cuelga alguno de los extremos? Si respondes afirmativamente a alguna de estas preguntas, es hora de cambiarlas. Conviene hacerlo una vez al año.
Hay que hacerlo siempre (y es fácil saber si el dibujo de las ruedas es el correcto), pero todavía más cuando llueve.
El agarre disminuye mucho, y es fundamental que tus neumáticos desalojen la máxima cantidad de agua posible.
La capacidad de frenada de tu vehículo se ve mermada profundamente en cuanto empieza a llover, por lo que necesitará bastante más metros para detenerse.
Si no quieres acabar encajado en la trasera del carro que llevas delante, dale más espacio del habitual.
Nada de movimientos bruscos: ni acelerando (perderás tracción), ni frenando (incluso con ABS puedes llegar a bloquear las ruedas), ni girando el volante (no quieres hacer un trompo ni quedarte cruzado en la carretera).
Cuando te toque conducir con lluvia, litros y litros de agua se van a estrellar contra tu parabrisas.
Por mucho brío que tengan los limpias, vas a ver peor que en seco. Además, el día seguramente estará nublado, lo que añade un extra de dificultad.
Usa las luces para ver y que te vean bien, y presta el doble de atención a lo que pasa a tu alrededor en la carretera.
Dicho de otra forma: a más agua, mejor (sin pasarse). Suena a contradicción, sí, pero no lo es.
Las primeras gotas de lluvia se mezclan con la grasa y el polvo de la carretera, reduciendo la adherencia sensiblemente.
Una vez rompe a llover (hasta cierto punto), la carretera se limpia y vuelve a agarrar mejor el neumático (aunque menos que con el asfalto seco, lógicamente).
Puede parecer una tontería, pero no lo es: nunca sabes lo que se esconde debajo o la profundidad que tiene el charco en cuestión.
Si esta es poca, simplemente levantarás el agua; si es mayor, un pinchazo, desllantar o incuso quedarte atrancado son tres opciones con muchas posibilidades de cumplirse.
La razón está clara: resbalan. Si vas en carro quizá te parezca una tontería… Total, tienes cuatro apoyos, no va a ir a más porque un rueda patine.
Sin embargo, por mínima que sea, la pérdida de control de tu vehículo puede ocasionarte problemas graves. Y si conduces una moto, debes extremar la precaución.
El gran riesgo de los días de lluvias: cuando el agua acumulada es tanta como para que el coche pierda totalmente la adherencia y se vaya recto.
Debes luchar contra tus impulsos primarios: no frenes, no aceleres, no gires; levanta el pie del acelerador y mantén la dirección firme hasta que notes que el vehículo se va parando por sí mismo y vuelve a traccionar.
Nuestra propuesta de valor es ayudarle a nuestros clientes a gestionar eficientemente el mantenimiento de sus vehículos.
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